jueves, 23 de febrero de 2012

György Ligeti - Works (2010)



Como ya habreis apreciado, las músicas que tratamos en el blog no encuentran acomodo en ninguna clasificación ya que no se nos ocurre ninguna que pudiera englobar, no ya a todas ellas sino a una buena parte de las mismas (esto no es del todo cierto ya que un buen amigo suele referirse a La Voz de los Vientos con el calificativo de “el blog ese que sólo habla de boring music”, aunque esperamos que la mayoría de los lectores no comulguen con la definición, por hilarante que pueda ser).

Una de las vertientes que solemos explorar a título de aficionados es la llamada música culta contemporanea, de la que hemos tenido cumplidos ejemplos en las figuras de Arvo Pärt, John Tavener, Philip Glass o John Cage por citar unos pocos nombres. Hablaremos hoy de otro de los puntales de la música del siglo pasado: Gyorgy Ligeti.


Ligeti rodeado de metrónomos

Nacido en 1923 en la actual Rumanía, en una población transilvana que en aquel entonces pertenecía a Hungría y de familia judía, su vida estuvo marcada, como todos podemos intuir, por la Segunda Guerra Mundial. Su hermano menor fue llevado al campo de concentración de Mauthausen, sus padres a Bergen-Belsen y sus tíos a Auschwitz. El músico, en cambio, fue más afortunado y su destino fueron los trabajos forzados durante el controvertido régimen de Horthy. Escapó de los nazis y cayó en manos de los comunistas soviéticos. Escapó de ellos y consiguió volver a su hogar para descubrir que en él vivían unos extraños. Toda su familia salvo su madre había fallecido en los campos de concentración. De regreso en su tierra natal comprobó como los mismos torturadores que habían aterrorizado a la población durante la ocupación nazi, hacían ahora lo mismo bajo bandera comunista. Ligeti buscó su camino en la música y reanudó sus estudios musicales en Budapest especializandose en folklore rumano.

Harto del régimen, Ligeti huyó oculto entre las sacas de un tren correo con destino Viena dejando atrás la práctica totalidad de las obras que había compuesto hasta entonces, por lo que, en cierto modo, su carrera musical iba a empezar de cero. Al respecto llegó a declarar “considero mis primeras obras de un nulo interés… ¡en aquella época era dodecafonista!”.

“La vida en Hungría en aquellos años era insoportable. El telón de acero nos aisló de todo tipo de información del exterior. Viajar al extranjero era imposible, las radios occidentales estaban prohibidas y no era posible recibir o enviar libros o partituras al exterior. No sólo estabamos aislados de occidente sino que tampoco teníamos contacto entre los distintos países del bloque comunista”
Notas en el libreto de “Works”, editado por Sony Classical.

En su nueva etapa, Ligeti tomó contacto con las vanguardias electrónicas en Colonia, de la mano de Stockhausen, Kagel, etc. Durante algunas noches en Hungría, el músico había llegado a oir obras de Stockhausen en la radio de modo clandestino y se vio atraído por estos sonidos aunque no permaneció allí mucho tiempo porque pensaba que estos músicos se centraban más en ser los primeros en hacer algo que en hacer algo realmente interesante y perdían el tiempo en luchas conceptuales sin utilidad práctica. Al dejar atrás a Stockhausen, Ligeti llegó a John Cage. Es de esta época una de sus obras más extrañas, su “Poema Sinfónico para 100 metrónomos” (1962): ni más ni menos que lo que indica el título. Cien metrónomos en un escenario haciendo tic-tac. ¿absurdo? Quizá. Pero el efecto resultante es sospechosamente similar a muchos de los trabajos de Steve Reich de muchos años después (estamos pensando en “Pendulum Music”, por ejemplo).



La obra musical de Ligeti recorre varias etapas, desde el folclorismo cercano al de Bartok de sus primeros años o sus experimentos como la “Musica Ricercata” (el primer movimiento consta sólo de una nota “La” que se repite en distintas octavas. Sólo al final de la pieza aparece una segunda nota) pasando por su etapa más personal, ya en Colonia, de la que quedan obras como su popular “Lux Aeterna”, su “Requiem” y en la que explota las microtonalidades características de su estilo más característico. Con la llegada de los setenta, llega el abandono del cromatismo en beneficio de una mayor exploración rítmica, conoce los primeros trabajos de los minimalistas americanos (hasta dedica una pieza a Terry Riley y Steve Reich). La culminación de esta etapa sería la ópera de corte dadaísta, “Le Grand Macabre” (1978). En sus últimos años, la música de Ligeti refleja el resultado de sus estudios sobre los ritmos africanos y nos deja alguna de sus piezas más elaboradas en forma de conciertos, y sus libros de estudios para piano (1986-2001) con importantes influencias de jazzistas como Thelonius Monk o Bill Evans.



Las vanguardias del siglo XX habían llevado a la música a una encrucijada de difícil salida. El propio Ligeti afirmaba que se había llegado a un punto en que sólo quedaban dos caminos: continuar con la búsqueda de lo más original y moderno llegando a resultados cercanos a lo absurdo o bien, volver a lo anterior, a la tonalidad, a la melodía y reconocer la derrota. Ambas opciones eran inaceptables para el músico: “debemos encontrar un modo de ni volver ni continuar con la vanguardia. Estoy en una carcel: una pared es la vanguardia, la otra pared es el pasado, y quiero escapar”.
Alex Ross, El Ruido Eterno.



El propio Alex Ross nos cuenta la solución que Ligeti encontró para su huída: no decir “no” a nada. Aceptar las vanguardias, la tradición, el folclore, el jazz, todas las influencias en suma para conformar a partir de ellas un estilo propio.

Hay sin duda un momento clave en la popularidad del músico y es el estreno de la impresionante película de Stanley Kubrick, “2001, Una Odisea en el Espacio” en la que la música del Húngaro tiene una importancia capital en varias de las escenas claves. Sus obras “Atmospheres” (1961), “Requiem” (1963-65) y “Aventures” (1962) suenan en distintos momentos de la cinta pero es la anteriormente citada “Lux Aeterna” (1966) la que ilustra uno de los momentos más emocionantes del film alcanzando una cierta popularidad que hace que el nombre del músico trascienda los círculos más elitistas y llegue al gran público. Unos años después, el propio Kubrick volvería a utilizar música de Ligeti -su obra “Lontano” (1967)- para su película “El Resplandor”. Esta misma pieza, de fuerte carácter inquietante fue recobrada por Scorsese para su reciente “Shutter Island”. Y si alguno de vosotros, al contemplar la extraña ceremonia central de la película póstuma de Kubrick, “Eyes Wide Shut”, os preguntabais quién era el autor de las enigmáticas notas de piano que la adornaban, la respuesta no es otra que Ligeti en un fragmento de su “Musica Ricercata” (1951-53). Ligeti nunca fue consultado por Kubrick para utilizar su música en 2001 y el músico denunció el hecho, obteniendo una simbólica indemnización de un dólar, lo que no le impidió alabar el encaje de su música en las imágenes ante el que se mostró admirado.



Y ¿por dónde comenzar a escuchar a Ligeti? os preguntareis. Pues aprovechando la ocasión, os recomendamos una caja editada por Sony hace un par de años bajo el simple  título de “Works”. A lo largo de los nueve discos que incluye la misma podemos realizar un completo recorrido por buena parte de las obras del compositor dividido en grupos temáticos.

El primer CD está centrado en sus cuartetos de cuerda y en los duetos instrumentales, obras todas ellas de los años cincuenta salvo el segundo de los cuartetos, fechado en 1968. El segundo se ocupa de las obras corales, casi todas procedentes de la etapa inicial del músico en los años cuarenta y cincuenta con material basado en canciones tradicionales húngaras y rumanas. Es aquí también donde se incluye “Lux Aeterna” y un par de obras vocales de los ochenta. El tercer disco se centra en la obra para piano: sus tres libros de estudios de los últimos años del músico y su “Música Ricercata”. El cuarto volúmen de “Works” recoge la música vocal de los últimos años del compositor, con textos de sus admirados Lewis Carroll y Heinrich Hoffman, junto con adaptaciones de su ópera “Le Grand Macabre” y obras fundamentales del músico como sus “Aventures” y sus “Nouvelles Aventures”. Completan el disco pequeñas obras de los cincuenta para distintas formaciones vocales. La llamada música mecánica de Ligeti tiene su lugar en el quinto disco de la caja. En él se recogen distintas adaptaciones para organillo de distintas obras como la “Musica Ricercata” junto con el “Poema Sinfónico para 100 metrónomos” o adaptaciones para pianola de otras piezas. En el sexto disco nos encontramos con varias piezas para teclado, desde obras para piano a cuatro manos hasta piezas para clave o para órgano. Entre éstas últimas, encontramos dos obras fundamentales como son “Volumina” (1961-62) o “Ricercare” (1951). Un séptimo volúmen dedicado a la música de cámara del autor sirve de cierre de la caja antes de llegar a los dos últimos discos en los que se recoge la única ópera escrita por Ligeti, “Le Grand Macabre”.

Los intérpretes se cuentan entre lo más granado del género, destacando formaciones como el Arditti String Quartet, la Orquesta Filarmonía, los King's Singers o la London Sinfonietta, solistas como Pierre Laurent Aimard o directores de la talla de Esa Pekka Salonen.

Ligeti, junto con otros grandes nombres que ya han aparecido por aquí como el de Messiaen o John Cage son ya historia de la música al nivel que lo pueden ser Bach, Beethoven, Mozart o Wagner, cada uno en su tiempo. Merece la pena acercarse a ellos con tanto interés como el que prestamos a las vacas sagradas de los periodos barroco, clásico o romántico. Creemos que la caja de la que hoy hemos hablado es un buen acercamiento a Ligeti. Faltan en ella algunas obras importantes como el "Requiem" o sus conciertos para piano o violín que podemos encontrar en otras cajas retrospectivas de gran interés como "Clear or Cloudy", repaso en cuatro discos de todas las grabaciones de la música de Ligeti para Deutsche Grammophone (los conciertos) o los cinco volúmenes del "Ligeti Project" editados por Teldec (donde hallareis el Requiem). Quizá en un futuro volvamos sobre estas y otras grabaciones del húngaro. Sirva la actual entrada como humilde presentación de uno de los músicos fundamentales del convulso siglo XX.

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Os dejamos con una espectacular interpretación de la sobrecogedora pieza para órgano "Volumina"

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