jueves, 19 de abril de 2012

Harold Budd / Brian Eno, with Daniel Lanois - The Pearl (1984)



Harold Budd es un personaje curioso como sólo puede serlo alguien que creció en pleno desierto de Mojave escuchando, según dice, los fantasmagóricos sonidos del viento entre los cables eléctricos. Un sonido continuo e hipnótico que marcó su infancia. Su formación musical tuvo lugar en los ambientes más vanguardistas de la california de los años sesenta lo que le permitió entrar en contacto con alguna de las mayores luminarias de la época.

Sin embargo, Budd era un tipo indeciso. Tan pronto se dedicaba a la composición en un estilo cercano al minimalismo más radical, como la relegaba en beneficio de su labor docente. Llegó a haber un periodo de dos años entre 1970 y 1972 en el que se retiró por completo de la actividad compositiva (aunque en 1971 apareció un primer disco con música de Budd). Tras este interludio, volvió a escribir música sin grandes pretensiones componiendo una colección de piezas bajo la denominación de “The Pavillion of Dreams”. Ni siquiera se planteaba que esa música fuera grabada pero tras una breve vuelta a la docencia, la insistencia de Brian Eno animó a Harold a dar el paso de la mano de una buena colección de músicos que pronto se contarían entre lo más relevante de la vanguardia británica. Así, compositores como Gavin Bryars, Michael Nyman y el propio Brian Eno participan en la grabación del disco que aparecería en 1978 en el sello EG, auténtico receptáculo de artistas inquietos que reunió en su interior nombres como los ya citados, además de los de King Crimson o la Penguin Café Orchestra.

Harold Budd al piano.


Cuando Brian Eno estaba enfrascado en su serie de discos con la denominación de “Ambient” pensó en Harold Budd para firmar juntos el segundo volúmen de la colección. El resultado fue más que satisfactorio de modo que poco después ambos músicos volvieron a reunirse para trabajar juntos en un nuevo trabajo, ajeno esta vez a la citada etiqueta “ambient” que acompañó al anterior.

“The Pearl” iba a ser el título de la colección de temas que el dúo iba a lanzar al mercado con la casi imperceptible colaboración de Daniel Lanois a la guitarra. En él podemos escuchar una serie de piezas de piano a cargo de Budd a las que Eno rodea de sus pasajes ambientales característicos… ¿o es al revés? Podría ser entonces que Brian crease sus atmósferas mientras Harold improvisaba sobre ellas… o quizá, en un giro de tuerca más, Harold Budd toca, Brian Eno transforma lo interpretado y, de nuevo, el pianista reinterpreta todo en un bucle interminable… sea como fuere, el oyente tiene ante sí un disco fascinante desde todo punto de vista.

“Late October” – Casi hay que hacer un esfuerzo para escuchar las tenues notas de piano que van salpicandonos con una pesada cadencia, con parsimonia, con la sutileza de quien entra en una iglesia con la ceremonia ya iniciada y busca sentarse en el hueco libre, en medio del banco. Y del mismo modo en que llegaba la música, se despide sin casi hacerse notar.

“A Stream with Bright Fish” – La audición del tema anterior nos da una idea clara de por dónde va a ir todo el trabajo pero habrá sutiles diferencias entre unas piezas y otras. Si en la inicial, las notas seguían un ritmo continuo y cadencioso, en ésta ocurre al contrario, van apareciendo amontonadas, en compases separados por largos instantes de silencio, lo cual es un decir, puesto que no hay tal cosa en el disco. Podemos hablar de un “silencio-Eno” o, más propiamente en alguien que se define como no-músico, de un no-silencio y es que el trabajo de Brian Eno en el disco es el de rellenar los intervalos entre las notas de forma que siempre haya algo ahí, algo imperceptible que no llamaríamos propiamente música ya que no interfiere con la melodía del piano pero que sirve para cohesionar toda la pieza.

“The Silver Ball” – Volvemos a escuchar un piano de ritmo pausado pero constante como en el tema inicial. Quizá algo más etereo, si cabe y con ese punto tan cercano a Satie de mucha de la música de Budd y Eno.

“Against the Sky” –  Con la sucesión de las piezas, el piano de Budd cada vez suena menos a piano, los ecos se alargan cada vez más, las notas son más borrosas y cuesta distinguir dónde acaba la resonancia del instrumento y empieza el tratamiento electrónico de Eno. Son notas que se resisten a morir, que alargan su vuelo hasta el agotamiento y que se depositan suavemente en el suelo, sin estridencias, sin ser percibidas.

“Lost in the Humming Air” – Y paralelamente a la transformación del piano de Budd, los efectos de Eno van desapareciendo. Como indica el título de la pieza, aquí son sólo un sordo rumor de fondo. El piano ya no es tal y sólo queda una sombra fantasmal del mismo. La transformación es completa.

“Dark-Eyed Sister” – Como rebelandose ante su nueva condición, el piano vuelve a hacerse reconocible jugando con las notas más graves, de nuevo en diálogo con el Satie más profundo, en ese estilo que tan bién iba a aprovechar otro de los Eno, Brian, en sus discos de los años próximos con ese ritmo perdido en algún lugar entre el vals y la habanera.

“Their Memories” – Volvemos al lado más minimalista de Budd con una pieza más esquemática si cabe que las anteriores con una serie de notas descendentes que se repite una y otra vez, mecida por el suave viento que Eno diseña para la ocasión.

“The Pearl” – La pieza que sirve para dar nombre al disco es también un ejemplo muy representativo del resto del trabajo y también de toda la obra del dúo. Quienquiera que decidiese aplicar la palabra “ambient” a la música de Eno, estaba catalogando de la forma más precisa posible lo que ésta expresaba. Es una música que puede ser escuchada con atención pero también que puede estar ahí sin ser percibida, sin interferir con el oyente, como una mascota fiel que nunca molesta pero que siempre está cuando se la necesita.

“Foreshadowed” – Acercandonos a la conclusión del disco, los músicos deciden aflojar las ataduras del piano de Budd que tiene aquí la posibilidad de sonar sin máscara, a rostro descubierto, como no lo hacía desde el tema inicial.

“An Echo of Night” – Como queriendo mantener un equilibrio con el tema anterior, en éste no hay más música que la que procede de los aparatos de Eno. Ni rastro del piano en una pieza absolutamente ejemplar y paradigmática de lo que fue la obra de Brian en los ochenta.

“Still Return” – No existen sobresaltos en este disco, cada tema sucede al anterior sin hacerse notar en exceso, con una regularidad intachable y de la misma forma en que todo empezó, cuarenta minutos atrás, todo termina. El oyente puede tener la sensación de no haber oído nada. Probablemente no será capaz de recordar ni una de las melodías esbozadas en el disco pero algo habrá calado en el fondo. No han sido cuarenta minutos perdidos.

Alguien definió la música de este disco como “Erik Satie tocando bajo el agua” y es una imagen que no está en absoluto desencaminada. El propio Eno justifica sus ambientes, esa bruma que envuelve cada nota del disco, en una entrevista de principio de los noventa cuando afirma “todo mi proceso de grabación da como resultado cosas que no son de alta fidelidad. La llamada alta fidelidad tiene que ver con la claridad del sonido y yo no estoy interesado en eso en absoluto. La claridad es sólo un recurso que no me interesa particularmente. Es algo que usas como parte de la estructura de una pieza. Como las ventanas en la arquitectura. Nadie quiere vivir en una casa llena de ventanas. También necesitamos rincones oscuros, lugares en los que puedas cerrar una puerta y aislarte y sitios en los que puedas esconder cosas, sitios cálidos, sitios frescos, lugares brillantes y otros oscuros. Hoy parece algo asumido que los edificios con grandes cristaleras son lo ideal. Creo que no lo son. Es un tipo de edificios horroroso para vivir. No hay lugar en el que esconderse y yo quiero esconderme.”
La música de Eno y Budd nos recuerda a la superficie de un lago en absoluta calma. Es un sitio al que nos podemos asomar y que nos devolverá un reflejo perfecto pero fragil, que en cualquier instante puede quedar absolutamente distorsionado por un acto tan sencillo como la caída de una gota de agua sobre él. Cuentan las historias de personas supuestamente abducidas por extraterrestres que recuerdan la experiencia como un vacío en sus recuerdos. Como un espacio de tiempo robado del que no recuerdan nada pero en el que saben que algo debió ocurrir. En ocasiones, con la música de Brian Eno tenemos una sensación parecida.

Si os veis asaltados por algún objeto circular con la etiqueta “Eno” escrita en algun lugar, no opongais resistencia, dejaos secuestrar y disfrutad de la experiencia. En el peor de los casos, tendreis una experiencia musical distinta e irrelevante. En el mejor, os podreis adentrar en un universo diferente y muy placentero que os puede reportar interminables escuchas realmente agradables. Si quereis comenzar con esta “perla”, la podeis encontrar aquí:


fnac.es

Os dejamos un par de montajes en video con música del disco, "A Stream With Bright Fish" y "Late October":



2 comentarios:

  1. Entendiéndose esto en el mejor de los sentidos posibles, The Pearl es un disco para echarte la mejor siesta de tu vida. Obra maestra.

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  2. Y eso dentro de un género de muy complicada supervivencia. Más de 20 años después, muy pocos discos "ambient" siguen sonando tan frescos.

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