lunes, 6 de enero de 2014

Dead Can Dance - Into the Labyrinth (1993)



Todo grupo tiene un momento clave, un disco culminante que se convierte en referencia para bien o para mal de toda su carrera. Es habitual que ese gran trabajo sea el primero o uno de los primeros, algo lógico por varios motivos: por un lado, en el primer disco el artista suele poner todo lo mejor que ha hecho hasta entonces mientras que en los siguientes se recoge lo mejor sólo desde que publicó el anterior trabajo. Por otra parte, la industria no suele tener demasiada paciencia como para esperar demasiado si una banda no consigue triunfar tras uno o dos intentos. En el caso de Dead Can Dance, este disco de referencia tardó en llegar varios años. Tienen la excusa de que su trayectoria fue claramente ascendente hasta ese momento, con cada nuevo disco yendo un paso más allá que el anterior y sin titubear en ningún instante. Hoy nos toca hablar del que, probablemente, sea el trabajo más importante en todos los sentidos del dúo formado por Brendan Perry y Lisa Gerrard.

Durante unos años, los dos músicos fueron pareja pero en el momento de la publicación de su disco anterior, “Aion”, ya estaban separados. Esa separación sentimental se tradujo en una separación física de más de 15.000 kilómetros puesto que Lisa regresó a Australia mientras que Brendan se quedó en la fantástica iglesia de Quivvy, situada en una isla en medio de un río entre Irlanda e Irlanda del Norte. Ambos artistas trabajaban, pues, por separado en las canciones. Suponemos que mantendrían algún tipo de contacto para poner en común algunas ideas pero estamos hablando de 1993, cuando la capacidad de internet para transmitir grandes bloques de datos estaba aún en pañales, por lo que los intercambios debían hacerse por correo ordinario. Imaginamos que varias demos viajarían en aquellos meses de una punta a otra del globo hasta que, por fin, se seleccionó el material a partir del cual se grabaría el nuevo disco. Para ello, Lisa se desplazó a la iglesia en la que Brendan tenía su estudio y tres meses después, el material que formaría parte del disco estaba preparado.

No hay información en el disco acerca de la autoría de cada uno de los temas pero creemos acertado suponer que la pista nos la da el miembro del dúo que canta en cada uno de ellos. Otra historia distinta son los instrumentales pero intentaremos desentrañarlo en el transcurso del análisis de las distintas piezas. Sin ser un disco conceptual en el sentido habitual del término, sí que existe un hilo conductor (término pocas veces más apropiado que esta) entre varios de los temas. Si tomamos el título del disco, “Into the Labyrinth” como una pista, encontramos varias claves que nos ayudan a entender esa idea general que subyace en el trabajo aunque no es la única, como veremos. Hay, además, referencias a Joy Division, textos de Bertold Brecht, etc. En suma, un disco muy interesante y profundo a varios niveles.


Lisa Gerrard y Brendan Perry

“Yulunga (Spirit Dance)” – El término procede del idioma aborigen australiano y podría tener relación con Julunggul, diosa con forma de serpiente que supervisaba los ritos de transición de los jóvenes a la edad adulta. Parece lógico asumir que la autoría es de Lisa. Comienza con un profundo sonido electrónico sobre el que escuchamos el lamento de la artista con esa voz inimitable, que es capaz de alcanzar tesituras enigmáticas y llenas de misterio. Los sintetizadores van conduciéndonos a lo largo de los instantes siguientes imitando lúgubres violonchelos hasta que comienza la danza con el tañido de las campanas tibetanas y una auténtica fiesta de percusiones de todo tipo que se combinan magistralmente acompañando a la voz de Lisa. Llegados a este punto estamos atrapados sin remisión y sólo nos queda dejar hacer al dúo, conscientes de que, hasta que ellos decidan poner punto final a la música, no podremos escapar del hechizo.



“The Ubiquitous Mr.Lovegrove” – Escrita por Brendan, quien describe al tal Lovegrove como un “alter ego” del propio artista (aunque el nombre está sacado del título de un capítulo de una vieja serie de televisión británica). Habla de sus propias relaciones con las mujeres de un modo introspectivo. De nuevo una pulsación electrónica constante abre el tema al que se van añadiendo distintos sonidos, desde un omnipresente sitar hasta percusiones de todo tipo. Una gaita desgrana una breve melodía y sirve a Brendan como pie para comenzar su particular letanía. Asistimos a una combinación sorprendente de percusiones, pizzicatos y sonidos sintetizados de cuerdas (violines y cellos, principalmente) con formas vocales claramente pop en una gran canción que, con otros arreglos podría haber pasado perfectamente por una canción más de las que pueblan las listas de éxitos.

“The Wind that Shakes the Barley” – Única canción tradicional del disco, escrita en el siglo XVIII por el poeta Robert Dwyer Joyce.  Lisa Gerrard se atreve con una versión a cappella absolutamente arrebatadora. Hace falta mucho valor para grabar así hoy en día, cuando la definición de los soportes de reproducción es tal que cualquier mínimo defecto se magnifica. La interpretación de Lisa es impresionante y nos deja sobrecogidos.

“The Carnival is Over” – Cuenta Brendan Perry que se trata de una canción sobre sus recuerdos de adolescente en Londres, y sus tardes en el circo. Eso ayuda a entender la cita que hace del verso inicial de “The Eternal” del disco “Closer” de Joy Division. No será la única en este disco. Se combinan una especie de guitarra con sus monótonos acordes, con un ritmo de cascabeles y unas flautas sintéticas para componer una balada en la que nos parece apreciar una lejana influencia de Depeche Mode a la hora de integrar los distintos sonidos electrónicos aunque formalmente los estilos de ambos grupos son antagónicos. La canción termina con una especie de coda más ambiental que enlaza sin solución de continuidad con el siguiente corte.

“Ariadne” – En un disco titulado “en el laberinto”, la referencia a Ariadna no es casual. Según el mito griego, ella fue la que ayudó a Teseo a salir victorioso de su encuentro con el Minotauro en el laberinto cretense en el que estaba encerrado. La música es luminosa y alegre ahora y hasta la inquietante voz de Lisa Gerrard suena esperanzada.

“Saldek” – La única referencia que encontramos al título es una población turca de incierta localización y una imagen de un ídolo o deidad que aparece en el libreto del disco (y que acompaña a estas lineas). Si el corte anterior era breve (no llegaba a los dos minutos), éste lo es aún más, sobrepasando con problemas el minuto de duración. Es una canción, una vez más, a cargo de Lisa utilizando ese particular idioma inexistente con la única compañía de una animada percusión y unos ligeros arreglos de cuerdas.


“Towards the Within” – Podríamos interpretar el título relacionándolo con la aventura de Teseo al dirigirse “hacia el interior” del laberinto. Se combinan por fin las voces de ambos artistas logrando esa mezcla perfecta entre registros tan diferentes que caracteriza en buena medida el sonido de Dead Can Dance. Con la ayuda de la tecnología que permite a Lisa desdoblarse en diferentes líneas melódicas terminan por lograr una canción maravillosa, plena de ritmo y exotismo. La música evoluciona ante nuestros oídos de forma continua llevándonos a civilizaciones extintas, a misteriosos mercados en medio del desierto, a selvas inexploradas o a templos ignotos, como si de un folclore enloquecido se tratase. Sin duda alguna, estamos ante uno de los grandes temas del disco.



“Tell Me About the Forest (You Once Called Home)” – Una canción sobre los emigrantes tan habituales en un país como Irlanda y sobre las experiencias en el extranjero que narran a su vuelta. De nuevo, Perry toma prestados un par de versos de Joy Division, concretamente del que fue último single de la banda: “Love Will Tear Us Apart”. La canción se construye a partir de una especie de bajo continuo con un timbre similar al del clavicembalo sobre el que se desarrolla una canción en la que predominan los sonidos electrónicos y los samples de instrumentos reales, desde los trombones hasta las cuerdas, mezclados con xilófonos y otras percusiones de la misma familia. Como ocurría en el anterior corte en el que Perry toma prestada una cita de la banda de Ian Curtis, hay algo en éste que nos recuerda de nuevo a Depeche Mode. La razón puede encontrarse en la influencia común que ejerce la malograda banda sobre ambos grupos. Como anécdota, los propios Depeche Mode hicieron su propia versión del “Love Will Tear Us Apart”.

“The Spider’s Stratagem” – Borges escribe el breve cuento “Tema del Traidor y el Heroe” sobre el que Bertolucci construye su película “La estrategia de la araña”. Aunque el escenario del film es italia, Borges situaba su cuento en un país indeterminado, que, en sus propias palabras, podría ser Irlanda (que el protagonista se llame Ryan Kilpatrick ayuda a esta interpretación). La importancia del laberinto en Borges podría tener alguna relación muy tangencial con el tema general del disco. El cuento, en cualquier caso, pertenece al libro “Ficciones” pero en el Reino Unido se publicó en un volumen llamado “Labyrinths” con selecciones de ese título pero también de “El Aleph” y otras obras por lo que no es descabellado que la relación entre disco y cuento venga por este detalle. Dead Can Dance recuperan aquí las percusiones étnicas y Lisa Gerrard el protagonismo absoluto en lo vocal. Se trata de otra canción en la que el dúo nos transporta a folclores inexistentes y fascinantes como pocos de los reales. Campanas, sintetizadores y ritmos electrónicos completan la paleta de sonidos en otra canción fascinante que nos va acercando al final del disco con algunos guiños orientalizantes en la parte final que anticipan una posible evolución del sonido del grupo en el futuro.

“Emmeleia” – El título alude a una suerte de danza trágica en el teatro griego y es la excusa del dúo para mostrarnos una colosal armonización de las voces de sus dos miembros sin ningún tipo de apoyo instrumental. Una melodía impresionante con aires bizantinos que en la interpretación de Dead Can Dance suena a invocación, a conjuro de otros tiempos. Sin duda, una de las grandes joyas del disco.

“How Fortunate the Man With None” – Los herederos de Brecht sólo han autorizado dos adaptaciones de la obra del dramaturgo para un uso distinto del ideado por su autor. Éste es uno de ellos. La adaptación musical de Brendan Perry tenía su origen en una producción teatral de “Madre Coraje” y aprovecha para recuperarla como cierre del disco. Musicalmente la estructura es simple en apariencia, una melodía oscura, procesional, de sintetizador es el fondo sobre el que Brendan Perry declama más que canta, un desgarrador texto sobre los inconvenientes del comportamiento recto y justo que lleva en ocasiones a quien lo sigue a la muerte sin que nadie haga gran cosa por evitarlo y, lo que es peor, sin que esa muerte suponga ninguna enseñanza para el resto. El texto de Brecht es brutal por lo que encierra de verdad en sus versos y la versión de Perry lo realza aún más si es que es posible:

“Ya visteis al sagaz Salomón.
Ya sabéis qué fue de él.
Lo más complejo era sencillo para él
Y terminó por maldecir la hora en que nació
cuando vio que todo lo que hizo fue en vano.
¡qué gran sabio fue Salomón!
Pero el mundo no se paró a esperar
y siguió mirando lo que venía después.
Fue la sabiduría la que llevó a Salomón a ese estado.
¡Qué afortunado quien no la tiene!

Visteis a continuación al valiente César.
Ya sabéis qué le sucedió.
Le convirtieron en un Dios en vida
para asesinarle a continuación.
Y cuando alzaban el puñal asesino,
qué fuerte gritó: ¡tú también, hijo mío!
Pero el mundo no se paró a esperar
y siguió mirando lo que venía después.
Fue la valentía la que llevó a César a ese estado.
¡Qué afortunado quien no la tiene!

Visteis a continuación al valiente César.
Ya sabéis qué le sucedió.
Le convirtieron en un Dios en vida
para asesinarle a continuación.
Y cuando alzaban el puñal asesino,
qué fuerte gritó: ¡tú también, hijo mío!
Pero el mundo no se paró a esperar
y siguió mirando lo que venía después.
Fue la valentía la que llevó a César a ese estado.
¡Qué afortunado quien no la tiene!

Habéis oído hablar de Sócrates, el sincero,
el hombre que jamás mentía.
Pero no le estaban tan agradecidos como cabría esperar.
Por el contrario, arreglaron las cosas para llevarlo a juicio
y terminaron por entregarle la bebida envenenada.
¡Qué sincero era el noble hijo del pueblo!
Pero el mundo no se paró a esperar
y siguió mirando lo que venía después.
Fue la sinceridad la que llevó a Sócrates a ese estado.
¡Qué afortunado quien no la tiene!

Habéis visto actuar a personas respetables
que siguen las normas de Dios
aunque éste no haya dado señal de vida.
Vosotros, que estáis a salvo en vuestros hogares
ayudadnos a aliviar esta amarga necesidad.
¡Cuan recto era nuestro comportamiento al principio!
Pero el mundo no se paró a esperar
y siguió mirando lo que venía después.
Es el temor de Dios el que nos ha llevado este estado.
¡Qué afortunado quien no lo tiene!”


Con “Into the Labyrinth”, Dead Can Dance alcanzaron niveles de popularidad desacostumbrados hasta entonces para el dúo. El disco fue lanzado en los Estados Unidos con la distribución de Warner, lo que ayudó mucho a su éxito y les convirtió en una banda de culto, siempre en la escala que estos tipos de música permiten alcanzar. Tambié fue el disco con el que les conocimos aquí y, quizá por ello, le guardamos un mayor cariño a pesar de que otros trabajos del grupo nos puedan parecer tan buenos como éste o incluso mejores. En cualquier caso, es ya un clásico en su estilo que todo aficionado debería tener en su discoteca. Si aún no os contáis entre los poseedores de un ejemplar, podéis solucionarlo fácilmente en cualquiera de los enlaces siguientes:

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Nos despedimos con la impresionante interpretación de Lisa Gerrard en directo de "The Wind that Shakes the Barley":

  

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